martes, 1 de febrero de 2011

"La figura del ‘radiovidente’ en España", artículo de Idioma y Deporte

El pasado 15 de octubre de 2010, Idioma y Deporte (www.idiomaydeporte.com) publicaba el artículo "La figura del 'radiovidente' en España", de Javier Herrero Gutiérrez.

Forma de citar el artículo:

HERRERO GUTIÉRREZ, Francisco Javier: "La figura del 'radiovidente' en España". Idioma y Deporte [en línea]. 15 de octubre de 2010, número 121. [Consultada: 15 de octubre de 2010]. Recuperado de http://www.idiomaydeporte.com/radiovidente.htm. ISSN: 1578-7281


La figura del ‘radiovidente’ en España
Autor: Fco. Javier Herrero Gutiérrez
(Universidad de Salamanca)


Resumen

Al aficionado que ve un partido de fútbol por televisión se le puede llamar televidente. A que prefiere escucharlo por la radio puede recibir el nombre de radioyente o radioescucha. Pero el aficionado que ve un partido de fútbol por televisión, obvia el sonido televisivo, y escucha ese mismo encuentro por radio, ¿qué nombre recibe? En este texto se propone la definición de ‘radiovidente’ para definir a ese seguidor tan particular. Además, no es una figura actual y, sin embargo, no se encuentran demasiados estudios científicos sobre por qué, con tanta frecuencia, un aficionado escoge la radio para que le narren un determinado evento deportivo cuando no sólo lo puede ver, sino también escuchar, por la propia televisión. Este artículo en forma de reflexión pretende animar a los investigadores en la materia de comunicación deportiva a indagar sobre ello y a buscar qué diferencia a una y otra locución, la radiofónica y la televisiva, en aspectos tanto de elementos sonoros como lingüísticos.


1. – Introducción

Desde el punto de vista del espectáculo, decir que el deporte es hoy algo esencial en la sociedad española es evidente. Tampoco sería nada nuevo decir que los medios de comunicación lo saben y, como consecuencia, la comunicación deportiva ha ido desarrollándose de forma imparable porque “el deporte es espectáculo. Las retransmisiones deportivas […] se han convertido en uno de los mayores atractivos del medio televisivo y radiofónico” (Blanco, 2002, p. 21).

En cuanto a la relación del deporte con los tres tradicionales medios de comunicación, se puede afirmar que televisión y radio se basan en el directo mientras que la prensa ha de ser más reflexiva, pues va a ser leída horas después de que un hecho suceda. Estos tres quedarían completados con la función del medio más moderno, Internet, híbrido de todos ellos, al poder contar en directo lo que sucede pero también realizar crónicas a posteriori.

Históricamente, en España, los medios impresos fueron los primeros en dar cuenta de lo que sucedía en el mundo del deporte a través de publicaciones de cierta periodicidad hasta llegar a la actualidad, en el que los diarios deportivos están entre los más vendidos y leídos, según datos de la OJD o el EGM. El medio radiofónico no tardó en llegar a su público, especialmente en los años en los que la televisión era poco menos que una utopía. Y la llegada de la televisión supuso un nuevo avance, también en la comunicación deportiva, que permitía seguir un acontecimiento deportivo no sólo de forma sonora sino también visualmente. Luego llegaría Internet, con la definición anteriormente expuesta.

Lo que se pretende reflexionar en este texto es cómo afecto al medio radiofónico la llegada de la televisión, dentro de la comunicación deportiva y especialmente centrada en la retransmisión de un evento deportivo en directo, un género al alza. A priori, un medio más atractivo, que conjugaba imagen y sonido, frente a uno meramente sonoro. A pesar de que la información deportiva sí triunfó en televisión, ¿por qué en este aspecto no desbancó a la radio?: “Quienes pensaron que la televisión terminaría con la radio tuvieron una escasa visión de futuro” (Alcoba, 2005, p. 165). Lejos de ellos la aupó aún más, hasta llegar al punto en el que está, donde los programas deportivos –y más, si cabe, los de retransmisiones deportivas– son de los más escuchados en la radio española.

Esta idea es extrapolable al asunto que aquí se pretende tratar, el de las retransmisiones deportivas. La llegada de la televisión ni muchísimo menos supuso el fin de las retransmisiones deportivas por radio: “Y la paradoja surge cuando comprobamos que la fidelidad a la radio de esta sociedad futbolizada no sufre realmente un gran descalabro cuando la televisión reivindica el monopolio del entretenimiento y la radio generalista se convierte básicamente en un medio informativo. La radio futbolística mantuvo unos buenos niveles de audiencia” (Balsebre et. al., 2006, p. 147).

Hoy en día es normal que muchos aficionados al deporte “presencien una competición, especialmente un partido de fútbol, con el sonido del televisor apagado y escuchen los comentarios que del mismo realizan los periodistas radiofónicos” (Alcoba, 2005, p. 149).

¿En qué punto nos encontramos ahora? ¿Por qué muchos seguidores siguen prefiriendo el sonido radiofónico al de la televisión? ¿Qué han de hacer las emisoras radiofónicas para no perder a su audiencia? Son muchos los interrogantes que se plantean y, probablemente, pocas las respuestas que existen –sólo con el paso de los años se podrán ir esgrimiendo más razones. Lo que sí parece cierto es que existe un seguidor al que debería otorgársele una definición, por sus características propias.


2. – Opción Radio Vs. Televisión

Aunque parece que el rumbo está cambiando en los últimos años, lo cierto es que tradicionalmente, la radio es un medio que informa, divierte… pero también levanta pasiones (Pousa, en Rodero, 2005, pp. 9-10). De forma más explícita, en el campo de la comunicación deportiva, en el que hasta no hace mucho, la radio era un medio mucho más pasional que la televisión, alejado de la errática frialdad que presenta el locutor de televisión: “Durante el partido la televisión, por la fuerza de la imagen, por la verosimilitud que la legitima como medio, privilegia el discurso del experto cognoscitivo, del analista que evalúa ‘fríamente’ las jugadas y que no le ‘miente’ al público [...] La radio, por contraste, privilegia sobre los otros el discurso del experto por pasión, del fanático: estimula la expectativa del público y la pasión de los hinchas en el estadio” (Medina, 1995, pp. 77-78).

A día de hoy, esta tesitura ha cambiado y no son pocas las ocasiones –cada vez se producen con más frecuencia y están en aumento– en el que el locutor de televisión narra de una forma más vivaz, acogiéndose a un tipo de locución y lenguaje que parecía terreno exclusivo de la radio. Sin embargo, esa sensación de diferenciación entre uno y otro medio debió ser aún mayor a comienzos de los 90, o antes, si se tiene en cuenta que esta idea ya la exponía Alcoba hace más de 15 años: “Menos mal que las nuevas cadenas parecen haber desterrado ese soniquete, monótono y hasta melancólico, por una nueva dinámica y con un estilo de retransmisión más ágil, consiguiendo que los televidentes aburridos encuentren una motivación para no cambiar el sonido de la televisión por el de la radio” (Alcoba, 1993, p. 161).


2.1. – ¿Por qué la radio?

Si la televisión, al emitir un acontecimiento deportivo –dígase un partido de fútbol, que es lo más frecuente– la acompaña con su propia locución, con sus propios narradores, con sus propios enviados especiales, ¿por qué el espectador, en un gran número de ocasiones, obvia ese sonido televisivo para escoger el radiofónico? ¿Quizás porque en la radio se emplee un lenguaje más distendido? ¿Tal vez porque haya una deuda histórica con el medio radiofónico?

Lo cierto es que no es fácil ofrecer una respuesta. En cuanto a la radio, “el principal potencial del medio radiofónico es, sin duda, su capacidad para estimular la imaginación” (Rodero, 2005, p. 37). Un argumento que, en este caso, desmorona cualquier explicación posible porque si, precisamente un aficionado ve algo por televisión, con imágenes, lo que menos necesita es otro medio que le estimule la imaginación. En principio, no necesita estimular nada a no ser, claro, que no esté viendo ese acontecimiento. Tampoco sería aplicable aquello de que “la capacidad de la radio para crear determinadas imágenes visuales a través de los sonidos es quizá una de las cualidades más destacadas tanto por académicos como por profesionales del medio” (Rodero, 2005, p. 38). Argumento tampoco aplicable en este caso al tener en cuenta que se toma como referencia al espectador que ve por televisión a la vez que escucha por la radio.

Desechadas estas dos primeras funciones, lo que sí sería de aplicación es que “junto a determinadas imágenes visuales, los sonidos son capaces de crear por sí mismos emociones o sensaciones” (Rodero, 2005, p. 40). El medio radiofónico tendría en el sonido a su principal materia prima y, por ello, quizás sea un medio más emocional que el televisivo, capaz de producir más sensaciones.


2.2. – La radio: La fuerza del sonido y la fuerza de la palabra

La radio posee una serie de características que aplicadas a una retransmisión deportiva hace que sea un género diferente al resto, con unas peculiaridades propias, que ya han sido comenzadas a estudiar (Herrero y Rodríguez, 2009) y que atañen a la intensidad, tono y timbre y su interrelación: el ‘color’ de la palabra (Balsebre, 1994, p. 46); velocidad de dicción y ritmo; estado emocional del locutor; pausas y silencios; o pronunciación y acentuación de palabras clave.

De todos los elementos mencionados, es el locutor radiofónico el que mejor debe saber combinarlos para producir un tipo de locución que le diferencia de la televisión, que sea más atractiva que la televisiva. Debe saber jugar con la intensidad y el tono, hacer cambios de velocidad en la dicción que repercutan en uno u otro ritmo, realizar las pausas oportunas, obviar los silencios y pronunciar con claridad… con todo ello transmitirá uno u otro estado emocional.

Especial cuidado han de tener los locutores con la velocidad de su habla pues se las ha ‘acusado’ de “que sólo se esfuerzan en que la velocidad de la pelota no desborde su rapidez con la palabra” (Hernández, 1955, p. 234) si bien esto también trae sus ventajas: “A la velocidad que hablan les es imposible urdir mentiras; se les notaría enseguida; pueden exagerar, que es una de las formas de la mentira, y de hecho exageran algunas veces; pero entonces precisamente es cuando dicen su verdad” (Hernández, 1955, p. 234). Y tampoco se debe olvidar el estado emocional: “Es por eso por lo que muchos televidentes prefieren seguir las imágenes de una transmisión televisiva a través del sonido de una emisora de radio y por el relato de un periodista radiofónico, que por las palabras del comentarista de televisión, algunos de ellos –como el denominado “querubín de la tele”– estancados en un vocabulario simple y sin garra, y por sus voces de línea plana, infuden una tristeza inmensa que contrasta con la vivacidad de los comentaristas radiofónicos” (Alcoba, 1993, p. 160).

Obsérvese que en esta idea de Alcoba se encuentra una doble vertiente: el sonido –locución– pero también el vocabulario. Es decir, el cómo decir algo –su forma, el envoltorio– pero también el qué se dice, el discurso, la palabra y su fuerza:


2.3. – Características principales de la composición redaccional en las retransmisiones radiofónicas

Si se entra a valorar una retransmisión radiofónica deportiva desde el punto de vista de la oralidad, se obtienen una serie de características. En cualquier caso, hay que partir de una base obvia: la locución en sí de qué ocurre en un determinado acontecimiento deportivo –partido de fútbol por norma general– es un discurso improvisado, no escrito de antemano. Hay otra serie de datos que sí pueden prepararse de antemano (documentación, datos para los espacios ‘vacíos’, en los que no hay nada que contar) pero narrar lo que ocurre en la prueba no se puede preparar con antelación.

Dentro de la composición redaccional, el medio radiofónico es “fugaz y masivo lo cual implica que el vocabulario que empleemos debe ser claro, lo más alejado posible de un lenguaje especializado” (Rodero, 2005, p. 54). Sin embargo, la comunicación deportiva ha ido creando su propio vocabulario, especializado en muchas ocasiones aunque eso no es óbice para que sea comprensible por la mayor parte de los seguidores que escucha este género deportivo. Por otra parte, la claridad sintáctica quedaría puesta un tanto en entredicho: “La transgresión idiomática, con chillido incluido, es de norma en las crónicas deportivas orales” (Lázaro, 1999, p. 595). Esta afirmación da a entender una mayor preocupación, por parte del locutor, en que se lo oiga bien –en gritar–, más allá de que se exprese correcta o incorrectamente.

Por supuesto, sin entrar a contradecir esa sentencia de Lázaro, lo cierto es que el locutor radiofónico sí ha puesto más cuidado en cuidar su expresión oral en los últimos años aunque entendiendo que tampoco se ha llegado a igualar a grandes maestros de antes, como Matías Prats –padre– que “nos visualizaba de tal forma los partidos que, cuando hablaba, parecía que ya teníamos televisión […] Uno le escuchaba sin dejar de mirar la cortinilla de cretona de la vieja radio de madera, como si estuviéramos en el estadio” (Malvar, 2005, p. XVIII) u otros: “Maestros en esta práctica fueron Matías Prats y Enrique Mariñas, quienes compartieron tareas en el locutorio desde 1942. Otro dúo de fama fue el integrado por Juan Martín Navas y Joaquín Ramos, excelentes profesionales que, a la hora de transmitir un partido, se diferenciaban de la otra pareja en dos detalles importantes: eran menos emotivos en la narración y preferían describir los detalles de cada jugada sin esa carga de impresiones” (Gozalo, 2002, p. 13). La facilidad de palabra de estos profesionales es una virtud, o un trabajo, difícil de adquirir. Por ello, es complicado llegar a su altura. Sin embargo, como maestros de la oratoria que fueron, muchos locutores actuales tienen a estos periodistas como referentes de la importancia que tiene el buen uso del lenguaje.

Un motivo que se puede encontrar en por qué se prefiere escuchar la retransmisión deportiva por radio y no por televisión está lo que se dice: en que es un lenguaje más bien conciso, atractivo, redundante y sencillo. La sencillez puede quedar eclipsada por un lenguaje llano, insulso, si tenemos en cuenta que, en el caso del género deportivo, “nos encontramos, por lo tanto, con que los destinatarios constituyen un público multiforme que impone al lenguaje periodístico ciertos condicionamientos entre los que destaca su llaneza de estilo, es decir, una cierta impregnación del lenguaje oral e incluso coloquial que inquieta a no pocos intelectuales y pone en guardia a los puristas del idioma. No se alarman, sin embargo, los filólogos que consideran el lenguaje como algo vivo y, por lo tanto, sujeto a evolución, y que ha de adaptarse a la corriente variable del tiempo, si no quiere perder el dinamismo que corresponde a su función que, desde nuestro punto de vista, es la comunicativa, más que la estética” (Seijas, 2003, p. 120). En este mismo sentido, la profesora Romero destaca que “el problema grave está precisamente en los medios orales ya que en ellos se confunde muchas veces lo coloquial con lo vulgar o con lo absolutamente incorrecto” (Romero, 1993, p. 18).

Pero no todos los autores hablan de esa llaneza de estilo –están más despreocupados en este aspecto–; así es que hay quien considera que “la epopeya es el estilo de la narración deportiva. Son relatos de hazañas, historias de ‘gigantes’, de héroes, de seres superiores (son ‘los dioses del estadio’). Los narradores, con un lenguaje cargado de recursos líricos, expresan la lucha del hombre consigo mismo, su enfrentamiento contra el destino que le es adverso” (Medina, 1995, p. 72).

Y otra explicación más, llevaría a pensar que el lenguaje radiofónico es más vivo que el televisivo: “La explicación de por qué se aprueba el comentario radiofónico como acompañante de las imágenes televisivas, y no el ofrecido por la televisión, se encuentra en que, como ya hemos expuesto, el lenguaje radiofónico es más vivo al estar dirigido al receptor que no puede ver lo que acontece en el terreno de juego, pero que trasladado a quienes presencian el partido en televisión resulta gracioso” (Alcoba, 2005, p. 149) a lo que también añade de forma contundente: “Se comprueba que el locutor deportivo de radio a veces se inventa las situaciones, se equivoca, comenta pasajes que no se ven en la pantalla, y, sobre todo, porque el televidente, puede opinar por su cuenta sobre lo que le ofrecen en el televisor. Es como si estuviera en la instalación deportiva y escuchara las opiniones de los espectadores que se encuentran a su alrededor” (Alcoba, 2005, p. 149).

Sin embargo, hay quien piensa que lo de la ‘mentira’ ya no es tan habitual desde hace algunos años: “Puede que antaño fuera viable referir animosamente una jugada, exagerando el detalle o interpretando con fabulosa libertad una hazaña. Hoy ese esfuerzo resulta inútil, pues los telespectadores adivinan cualquier extravagancia en la crónica” (Gozalo, 2002, p. 14).

En lo que a las retransmisiones futbolísticas respecta, la capacidad de transmitir sería más accesible si el propio locutor se inmiscuyera en aquello que cuenta, dejando fluir sus palabras: “Los narradores deportivos forman parte de la fiesta. […]. Su función es fundamental: en su narración el acontecimiento deportivo se convierte en un acontecimiento excepcional, el ambiente festivo del acontecimiento deportivo se magnifica con su descripción lírica y emotiva” (Medina, 1995, p. 70). De hecho, el locutor radiofónico deportivo ha recuperado formas literarias en desuso: “El condicional es elegido para expresar el futuro del pasado sobre todo por los cronistas deportivos que se ven en la necesidad de narrar los encuentros deportivos. […] La forma en -ra del subjuntivo se usa como pasado del indicativo sin duda con intención estilística. Es un rasgo arcaico y literario que el español ya no escuchaba sino en canciones populares (“amores que yo te diera...”) y que hoy asocia a crónicas deportivas” (Romero, 1993, p. 36) si bien, asimismo, está presente en la prensa escrita. Y qué decir de la multitud de neologismos que ha creado este lenguaje o extranjerismos –cierto que algunos innecesarios– ha adoptado.

No obstante, también el periodismo deportivo radiado está intoxicado por errores comunes, especialmente en determinados aspectos. ¿Cuántos no habrá recogido Lázaro Carreter con sus ‘dardos en la palabra’? También Blanco (2002), más específicamente en el asunto aquí tratado, da buena cuenta de ello en una de sus obras: reglas y un buen número de recomendaciones para realizar un discurso acertado, dentro de una obra más amplia, que abarca más allá de lo meramente lingüístico.

Pero, por norma general, “el lenguaje periodístico radiofónico ha sido acusado de difícil asepsia intelectual, de excesiva subjetividad y de tender a la opinión, al uso que se desvía de la norma común, a la inflación de extranjerismos y tópicos y a la proliferación de terminología bélica. Además, ha sido analizado por sus torpezas gramaticales, incorrecciones que dan patadas a los diccionarios y por algunos excesos de épica que presentan los acontecimientos como cuentos de caballería o como un camelódromo, según expresión de los manuales de periodismo de Brasil y México” (Castañón, 2009) aunque apostilla: “Sin embargo, la realidad es más compleja, pues desde el primer tercio del siglo XX, con la labor pionera los diarios El Debate y La Veu de Catalunya, el periodismo deportivo ha mostrado su interés por la mejora del uso correcto en cuestiones de vocabulario técnico, jerga, libros de estilo y aspectos de alta competición con constantes reflexiones y el desarrollo de formación especializada en estilo literario y usos específicos del lenguaje deportivo en cursos de posgrado de periodismo” (Castañón, 2009).

Pero al pretender ser éste un artículo de reflexión, tampoco el objetivo es el de examinar pormenorizadamente detalles concretos o las normas del buen hablar con sus aciertos y errores en las retransmisiones deportivas realizadas tanto por radio como por televisión; si bien el propósito si es invitar a dicho estudio.

En cualquier caso, y visto lo presentado en este apartado de composición redaccional, no cabe duda de que existe un debate sobre este particular –el lingüístico– y por ello “cada vez son más frecuentes los estudios lingüísticos centrados en los medios de comunicación. Esta atención ascendente a ese uso peculiar y cotidiano de la lengua tiene que ver, por un lado con la creciente invasión de nuestra vida por estos medios, pero esta atracción científica radica también en el prestigio de su uso. Hoy en día no sería correcto por parte del lingüista ignorar todo el caudal lingüístico del que se sirven estos medios de comunicación” (Escribano, 2006, p. 13).


2.4. – Principal problemática que se le presenta a la radio: el retardo en la imagen

Con sus virtudes y desventajas, lo cierto es que la correcta combinación de los elementos de locución y orales –textuales, discurso– hace que el sonido radiofónico sea el elegido por muchos para ver un determinado acontecimiento deportivo, generalmente un partido de fútbol como se viene destacando, a la par que lo sigue por televisión pero con el audio anulado.

El problema que, en la década de los 90, se le presentó a las emisoras radiofónicas fue que la aparición de Vía Digital y Canal Satélite Digital –posteriormente refundado en Digital Plus– trajo consigo un contratiempo. La señal recibida por televisión llegaba con un patente retraso: varios segundos. Sin embargo, tal eventualidad no pareció preocupar demasiado a las emisoras radiofónicas. Quizás, porque el fútbol en pay per view que se ofrecía entonces pertenecía a las clases más altas –por su alto coste– o a los negocios de la hostelería.

Pero el problema empezó a ser considerable cuando se implementó de forma definitiva la TDT (Televisión Digital Terrestre) en 2010. La temporada de ese año (2009/10), en muchos hogares se veía el fútbol a través de un canal de reciente creación: La Sexta que, en un principio, se veía analógica y digitalmente. De forma analógica, la imagen televisiva y el sonido radiofónico llegaba al mismo tiempo pero, si se sintonizaba a través de la emisión digital, la imagen también llegaba con retardo. Lo mismo seguía sucediendo con la emisión satélite que, al ser más económica que antaño, está al alcance de un mayor número de seguidores.

Unido a esta razón, el problema quedó perpetrado cuando se instaló de forma definitiva la TDT. A día de hoy –agosto de 2010– las principales retransmisiones deportivas, las de fútbol, serán emitidas para la temporada 2010/11 por Canal + y Canal + Liga (Digital +), Gol T y La Sexta (y autonómicas). Es decir, la señal llega por sistema satélite y digital –el sistema analógico en televisión es ya historia. Las imágenes siempre llegarán con más retraso que el sonido analógico radiofónico. Sin duda, esto es un problema para las diferentes emisoras radiofónicas.

Dejando al margen el fútbol, esta problemática no sería tan grave en otra serie de deportes, en los que la reducción de incertidumbre que puede proporcionar la radio no le afectaría de forma tan severa. Nómbrense especialidades como el ciclismo, motociclismo, automovilismo, tenis…


3 – Conclusiones

A modo de conclusión y, de alguna manera, dando respuesta a las preguntas realizadas en la introducción, se pueden destacar varios aspectos. El principal es que es evidente que, en España, existe un seguidor que se caracteriza o que muestra un gusto por ver un determinado acontecimiento deportivo por televisión pero obvia el sonido de la televisión y prefiere el de la radio, creando un hábito de escucha en el que quedan englobados “muchos telespectadores que anulan el volumen del televisor para escuchar la retransmisión radiofónica de manera simultánea a la contemplación del partido de fútbol por televisión, pues entienden que el sonido de la radio dice y emociona más que el de la televisión” (Balsebre, et. al., 2006, p. 147) idea compartida por otros muchos autores, como la idea ya mencionada de Alcoba o alguna del propio Gozalo: “En la actualidad, la audiencia enciende el receptor para ver el partido y, de modo simultáneo, sintoniza su emisora favorita para escuchar la crónica radial” (Gozalo, 2002, p. 14), una moda que arrancó en España durante el Mundial de 1982 y que estuvo impulsada por la SER y por Antena 3 Radio durante la época de José María García.

De ahí, la propuesta de término que se realiza en el título de este texto: la figura del ‘radiovidente’, caracterizado por ver un programa por televisión y seguirlo por radio y que tendría su mayor campo de aplicación en el deporte, en las retransmisiones deportivas. La otra opción de término barajado sería ‘teleoyente’, mas se descarta al entenderse que el aficionado aquí tratado de definir se decanta por el medio radiofónico y no por el televisivo, a pesar de las ventajas que ofrece este último medio.

Como se viene recalcando, es difícil buscar un porqué a esta figura, más aún ahora que las locuciones de televisión se aproximan mucho más a las radiofónicas –tanto en su locución como lingüísticamente. Aun así, la razón histórica y aún presente en algunas cadenas de televisión es que “la televisión prima la evidencia de las imágenes, los comentaristas ignoran las demandas lingüísticas del fútbol y describen el partido con un lenguaje sin ningún fervor, con una expresión indefinida y distante. La radio, por contraste, conserva la épica de la narración, traduce con cierta fantasía lo que ocurre en la cancha” (Medina, 1995, p. 79).

En la radio, se estaría ante una composición redaccional –discurso oral improvisado– más atractivo que el televisivo. Además, en esto de la improvisación, el locutor radiofónico, a priori, tendría un mayor poso que el televisivo, por el simple hecho de que la radio no permite espacios en blanco, cosa que la televisión sí. Ha de ser un maestro de la improvisación (Alcoba, 1993, p. 159). Que el locutor radiofónico ofrezca su mejor perfil profesional es elemento clave: “Además el fútbol por la radio tiene sus ventajas: así como para presenciar un buen partido de fútbol suele hacer falta que jueguen bien los veintidós jugadores y el árbitro, para oír un buen partido basta con que el locutor sea bueno” (Hernández, 1955, p. 234).

Ese ‘radiovidente’ es una figura consolidada, que merece el más absoluto de los respetos. Por ello, vista la problemática planteada en torno a esta figura, la radio necesita renovarse en este momento. Resulta incómodo que te narren por radio una prueba deportiva que, segundos más tarde, vas a ver por televisión. Por suerte, las principales emisoras radiofónicas no se han quedado de brazos cruzados. Primero fue Digital + la plataforma que ofreció, a través de su decodificador, la posibilidad de seguir un partido de fútbol y escuchar simultáneamente ‘Carrusel Deportivo’ de la cadena SER (medios todos ellos del grupo PRISA).

También hace no mucho se pusieron a la venta receptores radiofónicos que permitían realizar un retardo sobre el sonido que se recibía. Incluso, algún locutor introdujo la novedad de narrar con retardo con la dificultad que ello entrañaba: contar en tiempo real lo que acababa de ver varios segundos antes para acompasar su narración a la de la televisión (ejemplo: algunos partidos narrador por Rubén Martín en ‘Carrusel Deportivo’). Yendo más allá, con anterioridad, navegando por la Red se podían encontrar diversos programas para retardar el sonido. Más recientemente, antes del Mundial de fútbol del 2010, algunas emisoras empezaron a emitir intencionadamente con retardo su sonido para acompasarlo a la imagen, sabedoras de que muchos de sus seguidores hacen utilización de los medios, radio y televisión, a la vez.

De entre todas estas fórmulas nombradas, ¿cuál es la verdadera solución? Sobre todo, si se tiene en cuenta que la recepción digital no es similar en todos los territorios de España. Probablemente, la fórmula más adecuada sería la de poder sintonizar a través de la televisión, y de forma simultánea, señal de televisión y de radio. El fin último es seguir valorando al ‘radiovidente’, no desprestigiar a los miles de seguidores que se englobarían con este término, pero sin perjudicar a los que simplemente son radioyentes ya que hay que reseñar que no todos los radioescuchas están siguiendo una determinada prueba deportiva por televisión. El locutor radiofónico –o director de programa, comentaristas, etc.– a veces caen en el frecuente error de comentar lo que han visto sin antes haberlo descrito, al pensar erróneamente que todos sus oyentes están siguiendo esa prueba por televisión. No hay que olvidar el fin último de la radio: hablar para quien no ve aunque esa nueva figura aquí propuesta tenga cada vez mayor presencia.


3.1. – Futuras líneas de investigación

Esta pequeña reflexión tan sólo pretende ser el punto de partida de investigaciones futuras que indaguen entre las diferencias y similitudes existentes entre las retransmisiones deportivas por radio y por televisión, en los aspectos tanto formales como sonoros –algunos aspectos ya han sido tratados (Herrero, 2010)– y lingüísticos, que permitan conocer las motivaciones que llevan a algunos aficionados a no sólo ser radioyentes sino también ‘radiovidentes’.


4 – Referencias bibliográficas

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BALSEBRE, Armand; RICARTE, José Mª; PERONA, Juan José; ROCA, David; BARBEITO, Mari Luz y FAJULA, Anna (2006): Los mitos de la publicidad radiofónica: Estrategias de la comunicación publicitaria en la radio española. Madrid: Cátedra.

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http://www.revistalatinacs.org/09/art/874_Salamanca/75_101_Herrero.html DOI: 10.4185/RLCS-64-2009-874-968-987.


HERRERO GUTIÉRREZ, Fco. Javier: “La final de la Eurocopa 2008 de fútbol: estudio de las estructuras de los equipos de retransmisión y análisis comparativo de la locución entre un medio televisivo, Cuatro, y uno radiofónico, la Cadena SER”. En Área Abierta, 25, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, marzo de 2010, pp. 1-17. Disponible en http://revistas.ucm.es/inf/15788393/articulos/ARAB1010130005A.PDF

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RODERO, Emma (2005): Producción radiofónica. Madrid: Cátedra.

ROMERO, María Victoria (1993): El español en los medios de comunicación. Madrid: Arco Libros.

SEIJAS, Leopoldo (2003): Estructura y fundamentos del periodismo especializado. Madrid: Editorial Universitas.


* AGRADECIMIENTOS: Este artículo forma parte de un proyecto más amplio, que el autor está desarrollando en la Universidad de Salamanca, y que está siendo cofinanciado por la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León y el Fondo Social Europeo.


Forma de citar el artículo:

HERRERO GUTIÉRREZ, Francisco Javier: "La figura del 'radiovidente' en España". Idioma y Deporte [en línea]. 15 de octubre de 2010, número 121. [Consultada: 15 de octubre de 2010]. Recuperado de http://www.idiomaydeporte.com/radiovidente.htm. ISSN: 1578-7281

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